miércoles, 4 de mayo de 2011

Que no mueran

Mi arbolito está “decaído”, por así decirlo. Lo cierto es que, a pesar de estar en plena primavera, tiene muy pocas hojas. Lo riego, pero sigue igual…

Y hoy en el lugar donde trabajo me di cuenta de que dos árboles que daban buena sombra a un puesto también están igual que el mío.

Sumado a esto, de camino a mi casa me percaté que una enorme ceiba que siempre veía frondosa, también luce sin vida, casi seca… ¿qué está pasando?

Es verdad que en esta ciudad no abunda el agua, pero no creo que se trate sólo de eso; y es lamentable ver que los árboles se estén muriendo, sobre todo porque en algunas colonias, como la mía, no hay muchos, dado el poco espacio que tenemos de terreno y muchos vecinos prefieren ampliar sus viviendas que plantar un árbol, si acaso tienen una que otra planta de ornato.

El que me pesó bastante que muriera es un yucateco de gran tamaño que estaba en la plaza Emiliana de Zubeldía, junto a la parada de camiones, y que no hace mucho cortaron porque estaba seco, hay un pedazo de tronco aún, pero dejó un gran hueco.

Esto me hace recordar que en la calle donde yo viví en Obregón prácticamente cada casa tenía un yucateco, algunas hasta dos, y en esa época donde no se usaban mucho los aires acondicionados la sombra que proporcionaban los árboles a las casas hacía que la temperatura dentro de ellas fuera más tolerable, sobre todo en verano.

Me gustaba mucho subirme a esos árboles, aunque me pasaron algunos accidentes, todavía tengo una cicatriz en un pie porque se me enterró un pedazo de tronco, no recuerdo exactamente cómo, pero la marca ahí quedó.

Lo triste es que también fueron muriendo, "les cayó una plaga", decían los más grandes para explicarnos ese fenómeno…se sustituyeron poco a poco por “Benajmines” y otras variedades de árboles, pero ya no fue la misma, eran más pequeños y ya nunca más pudimos “trepar” por esos troncos gruesos que formaban los espacios justos que nos servían de guarida.

Mi arbolito tiene un significado muy especial para mí. Mi mamá me lo trajo de Obregón en un cartón de leche Yaqui (de litro), era apenas un brote acompañado de tierra para que resistiera el viaje. Ella misma lo plantó aquí afuera de mi casa, por eso no me gustaría que muriera…