viernes, 27 de abril de 2012

Nooooo

Me acabo de enterar que el Dr. Wilson tiene cáncer, qué ironía, porque es oncólogo.

jueves, 19 de abril de 2012

No celebro que te hayas ido, sino el haberte tenido

Qué mejor manera hay para recordarte: con flores, si en tu jardín nunca faltaban; con una taza de café para comenzar un nuevo día, y después relajarse por la tarde; con una deliciosa comida, así sea la más sencilla del mundo, pero sazonada con mucho amor; con música, y, sobre todo, haciendo una buena obra o tener una atención con nuestros semejantes.

Fue lindo tenerte en mi vida, que tú fueras mi madre, gracias por todo doña Viola.

Comenzaré a buscar la fuerza dentro de mí...


lunes, 16 de abril de 2012

Para ti, ma



Me dijo la Ede que ésta era una de tus canciones favoritas, aquí te la dejo, recordándote con mucho amor.

Lo verías?



No sé si tuviste la oportunidad de ver esto alguna vez, madre, pero aquí lo pongo en tu recuerdo, con mucho amor.

¿Ya viste quiénes son? y ¡juntos!

jueves, 5 de abril de 2012

Una pastillita y todo hubiera sido diferente


Esta semana de vacaciones no teníamos nada planeado, de repente, acordamos ir a Yécora al día siguiente, para hacer un recorrido por esa parte de Sonora que no conocíamos.

En la noche nos arrancamos a comprar una cámara, porque la otra se descompuso y había que tener recuerdos del paseo, y para después traerla en la bolsa, por lo que se pueda ofrecer con la familia, los convivios y el trabajo.

El miércoles salimos temprano, con un lonchecito ligero y llegamos por café y otras cosas al Oxxo. Tomamos la carretera a La Colorada y todo fue bien… pasados los primeros cien kilómetros comenzó el tormento de la curvas.

¿Cómo no se me ocurrió a mí, con estómago sensible y tendencia al vértigo, tomarme una pastilla para el mareo?

Poco antes del kilómetro 200 hicimos la primera parada, para que mi cabeza y mi estómago se estabilizaran, respirar aire fresco y estirar las piernas, me ayudó mucho, hasta tomamos unas fotografías, creo que era cercano a un puente llamado “Las palmas”, porque curiosamente en el paisaje se observaban varias.

Justo en el kilómetro 200 vovimos a parar, pero esta vez sólo por las fotos, había unos árboles que llamaron nuestra atención, la vegetación ya se veía muy distinta a lo que estamos acostumbrados a ver, y click, unas fotitos y seguimos el trayecto.

El suplicio siguió, y ya no supe ni qué kilómetro era cuando le pedí a Joaquín que parara el carro para bajar nuevamente, esta vez pasó lo que tenía que pasar…vomité (guácala), pero me ayudó a reponerme, al menos por unos momentos…

El paisaje comenzó a ponerse más bonito, la sierra en todo su esplendor, Joaquín me decía que volteara para que viera los grandes barrancos, pero yo no quería despegar mi cabeza de la palma de la mano donde la traía sostenida, quería ver un punto fijo para no sentir tanto el mareo en cada curva, no podía cerrar los ojos porque me daba más vértigo y todo se puso peor…

Cada kilómetro me parecía eterno, y Andrea preguntaba: “¿Cuánto más falta para llegar? ¿Qué vamos a hacer allá? … A mí se me hace que ni existe ese lugar a dónde vamos ¿cómo se llama?”…

Faltaba muy poco para llegar, pero mi condición era tan grave que paramos de nuevo, ya no quería vomitar, pero supongo que mi presión estaba demasiado baja y el vértigo era insoportable, tenía que bajar del carro… YA, en ese instante…

Al descender estaba completamente mareada, todo daba vueltas, me recargué en el auto y sentía que temblaba, levanté mis manos y no podía controlarlas, dice Joaquín que perdí el color. Él me abrazó y dejó que me quedara un rato así para reponerme.

El aire era tan puro en ese lugar, pasados unos minutos me estabilicé y pude comenzar a disfrutarlo, todo me gustaba: los colores, los ruidos, los olores. Aquí los niños también se bajaron, estiraron las piernas y después se sentaron en unas piedras grandes que estaban cerca.

Juntamos unas cuantas piñitas de esas que caen de los pinos y que pienso barnizar para Navidad (sí, ya sé que falta mucho), y pasado lo peor vinieron las fotos, con ese paisaje no podían faltar.

Al fin… el kilómetro 280… Yécora a la vista.

Lo primero que vemos es a un joven que vende cocos, Andrea quien un día antes andaba con el antojo, quiso uno, y paramos en el puesto “El Cabrón” para comprarlo, el limón que tenía el coco me ayudó para terminar de sentirme bien y el resto fue visitar los alrededores, conocer la plaza y la iglesia, comer, y, obviamente, detenernos en una farmacia a comprar una pastilla para el mareo que me tomé para el regreso… pero esa, es otra historia…