miércoles, 26 de agosto de 2015


Creo en el poder de la palabra: Ignacio Solares

 Por: Aleyda Gutiérrez

“Por suerte, las historias me llegan; si no me llegan, no puedo escribir, es algo que se da o no se  da.  Es  como  un  flechazo,  como  una  invasión,  y  por  donde  van  a  pasar  los  hechos pasan antes las palabras. Yo sí creo en el poder de la palabra, y que de repente lo posee a uno”, señala Ignacio Solares.
El  escritor  originario  de  Chihuahua  destaca  que  no  ha perdido su capacidad de asombro, que no tiene límites, y que  a  la  fecha  lo  sigue  asombrando  todo;  como  persona  menciona  que  ésta  es  su    principal  característica  por  sobre cualquier otra.
Resalta que también lo asombra el haber sido escritor, que le hayan publicado una línea y haber trabajado con quien trabajó: Octavio Paz, Vicente Leñero, Julio Scherer, Juan  Ramón  de  la  Fuente,  quienes  en  algún  momento  fueron sus jefes y compañeros.
“Me  sorprende  todo,  la  vida.  A  veces  pienso  que  si pierde  uno  la  capacidad  de  asombro,  lo  que  pierde  es  la vida, sobre todo porque lo que le da sentido a la vida le da  sentido  a  la  muerte;  entonces,  para  que  la  muerte  tenga sentido, tienes que encontrar el sentido de la vida y después, solito, llega el sentido de la muerte.
“Por  desgracia,  o  por  suerte,  padezco  un  insomnio  del  que ya me he curado un poco, pero siempre me despierto al amanecer --aunque aclara que luego vuelve a dormir--, y tengo la costumbre, desde que vivía en Chihuahua, de ver los amaneceres. Y en Chihuahua, uf, los amaneceres no  se  comparan,  por  ello,  cada  vez  que  puedo  y  resisto, vuelvo a ver un amanecer o un atardecer”, afirma.
Ignacio  Solares  fue  el  invitado  especial  del  Encuentro  Hispanoamericano de Escritores "Horas de Junio" 2015, en el que se le hizo entrega de un reconocimiento por parte de las autoridades universitarias y los organizadores del evento.
Considera  un  honor  este  homenaje  y,  en  especial,  por ser en el norte del país, porque él es del norte. Y aunque hace alrededor de 30 o 40 años que no visitaba Hermosillo, es para él una gran satisfacción que sus casi paisanos, como  los  menciona,  se  fijen  en  su  persona  y  su  trabajo; indica  que  una  de  las  ventajas  de  estar  aquí  es  conocer más  sobre  la  literatura  sonorense,  a  la  que  piensa  “clavarle el diente”.
El  escritor  ha  sido  galardonado  con  el  Premio  Diana Novedades  (1989),  Premio  Fuentes  Mares  (1996),  Premio  Xavier Villaurrutia (1999), Premio Mazatlán de Literatura (2004).  Ha  sido  becario  de  la  Fundación  Guggenheim  y  también recibió el Premio Fernando Benítez 2008 por su trayectoria en el Periodismo Cultural, y el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2010, en el campo de la Lingüística y Literatura. 

Él: Periodista
Solares, de 70 años, ha publicado varios libros y ha incursionado  en  su  escritura  en  temas  sobre  el  psicoanálisis,  psicología  e  historia;  ha  hecho  investigación  y  también escribe  dramaturgia  y  cuentos,  por  mencionar  algunos  géneros, pero al preguntarle, asegura que él se siente más periodista que cualquier otra cosa.
Comparte que inició como periodista y nunca ha dejado de  considerarse  como  tal.  Menciona  que  todavía  le  dan  tentación  los  reportajes,  las  entrevistas,  y  ahora  como realizador de la revista de la UNAM escribe una columna que  se  llama  “Modo  de  ser”,  que  según  sus  palabras,  quiere ser periodística de alguna manera.
Tiene un libro de entrevistas, y en su carrera le ha tocado platicar con distintas personalidades, entre ellas algunos  escritores  como  Jorge  Luis  Borges,  Octavio  Paz, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes y Erich Fromm.
“Yo tuve la suerte de empezar a trabajar en periodismo para sobrevivir, para no morirme  de  hambre,  pero  luego  se  volvió  una  pasión,  y  aunque  entré  a  estudiar  Letras,  siempre  seguí  trabajando  en  periodismo,  y  yo  diría  que  mi  escritura,  por  ejemplo la de los libros “Madero, el otro” o “El jefe máximo”, es muy periodística en el sentido de la investigación; incluso, mi lenguaje está muy contaminado por esa claridad que se necesita en el periodismo; no puedo ser un escritor barroco, por mi raíz periodística, creo”, apunta.
Ignacio Solares opina que esto le da cierta objetividad, cierta claridad y un interés particular por lo exterior, porque no quiere vivir en su mundo, en su torre de marfil porque  eso  le  aburre,  y  cree  que  por  eso  le  gusta  el  teatro,  porque  es  de  alguna  manera el salir de sí mismo, estar con compañeros, gente que se disfraza de otros personajes.
“Me  gusta  salir  al  mundo,  creo  en  la  convivencia,  creo  en  mi  prójimo,  en  mi próximo; me gusta mucho, no la vida social, pero sí la vida en que puede uno profundizar en el alma de un ser aparentemente desconocido”, resalta.
A pregunta directa de si le gusta más escribir sobre la verdad o el imaginario dice enfático: “Ahí está la mezcla”, porque cree que la ventaja del novelista es que puede llenar con la imaginación los huecos que deja la historia. “Ahí, donde la historia ya no puede ir más lejos, interviene la imaginación del novelista”, dice el autor de “La noche de Ángeles” y “El gran elector”.

El precio de la escritura
Entre los cargos que ha desempeñado Solares como funcionario en la máxima casa de estudios del país, están el de director de Teatro, de Danza y de Literatura, coordinador de Difusión Cultural y, actualmente, director de la revista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); además, realiza un programa en TV UNAM.
“Aparte de mi trabajo, soy escritor y padre de familia. Mi esposa me dice: puedes ser buen escritor y buen padre de familia, buen escritor y buen funcionario público o  buen  funcionario  y  buen padre  de  familia,  pero  no  puedes  con  las  tres  cosas,  porque  algo  sacrificas,  y  lo  que  siempre  sacrifico es la familia. Por ejemplo, los fines de semana,  para  escribir”,  revela  al  hablar  del  precio de la escritura.
Algunos de sus libros son “La instrucción y otros  cuentos”,  “Imagen  de  Julio  Cortázar”, “Cartas a un joven sin Dios”, “Ficciones de la revolución mexicana”, “Palabras reencontradas”,  “Presencia  de  lo  invisible”,  “El”  y  “Un  sueño de Bernardo Reyes”, de reciente publicación.  En  este  momento  incursiona  en  los  cuentos cortos y aforismos, algo que no había hecho y considera que son géneros muy apasionantes.
Y  aunque  ha  comentado  que  no  reconoce más  pa  que  la  infancia,  siente  que  “al menos  ya  alcancé  cierto  grado  de  libertad.  Ahora  escribiré  lo  que  se  me  antoje,  haré  lo  que  se  me  antoje,  que  en  realidad  es  lo  que he  hecho  siempre”,  dice,  y  suelta  una  carcajada  que  inunda  la  Sala  de  Exposiciones  del  Centro de las Artes.


“Ama la literatura, por sobre todas las cosas”
A diferencia de algunos escritores, que dicen que no, Solares reconoce que sí hay un libro que  a  él  lo  marcó:  “Delirium  Tremens”,  porque señala que está hecho con el dolor de su prójimo. “Es un libro que me es muy entrañable, y este año va a salir una edición especial por  los  40  años  que  se  cumplen  de  haberlo escrito. . . y ahí sigue”.
En  “Delirium  Tremens”,  el  autor  reúne  110 testimonios de alcohólicos recluidos en sanatorios psiquiátricos que sufren de alucinaciones, es una reflexión que sumerge al lector en el  mundo  del  alcohólico.  Esta  publicación  se  utiliza como parte de las terapias de rehabilitación  en  reuniones  de  Alcohólicos  Anónimos.
El  chihuahuense  estudió  las  licenciaturas  en  Letras  Españolas  y  en  Psicología,  y  también  escribió  el  libro  “La  joven  psicóloga”,  que  dedicó  a  su  hija,  pero  admite  que  ella  siempre  no  estudió  esa  carrera:  “Me  traicionó,  se  volvió  química  en  alimentos.  Fue  una traición, yo casi la corro de la casa; no se vale, tanto trabajo”, dice riendo en referencia a este material.
Casi  al  finalizar  la  charla  con  el  escritor,  que  dio  muestra  de  humildad  y  amabilidad,  preguntamos que si cuál es el mensaje principal que da a los universitarios interesados en las  letras  o  a  los  nóveles  escritores,  y  responde:  “Yo  les  diría:  ama  la  literatura  por  sobre todas las cosas y haz lo que quieras”, y ríe  al  parafrasear  a  San  Agustín,  que  decía: “Ama y haz lo que quieras”.
Indica que no hay nada más divertido que, ya que llega el tema, que lo invade el tema, escribir; y no hay nada más insoportable que escribir a fuerzas. “La diferencia entre una gente normal que escribe una carta, o lo que sea, y un escritor, es que al escritor le cuesta más trabajo. Imagínate la autocrítica”, admite.
¿Lo  ha  sufrido?,  surgió  la  pregunta  de  manera  casi  inercial,  y  casi  inercial  fue  la  respuesta: Ufff.