Hay cosas que te dicen sin palabras... sólo las sientes… y te hacen feliz. Pero hay palabras que sí te dicen y también te ponen muy feliz.
Al llegar a mi clase nocturna me abordó una jovencita que he visto seguido por la cancha de la colonia, estaba en una banca acompañada de otras dos adolescentes, pero se puso de pie justo cuando yo pasaba a su lado.
Me detuvo y me hizo un comentario muy halagador que nunca esperé, pero me encantó.
“Señora, usted….” (no voy a poner lo que me dijo, pero imagínense algo lindo) le di las gracias y me quedé con una sonrisa en los labios toda la clase y una motivación que aún traigo.
Yo procuro no faltar, porque me siento muy bien cuando voy. Hoy con menos razón lo haría… a pesar del dolor de panza, el cansancio en mi cuerpo y, sobre todo, en mis ojos que siento que se me cierran.
Hay ocasiones que voy con el último aliento a la clase porque tuve un día pesado. Pero al estar ahí me lleno de energía, es un ambiente agradable; además, estas noches el clima ha estado ideal.
Creo que tengo un buen “amante”.
(En referencia al texto publicado anteriormente, no piensen mal)
