Hoy fui testigo de la maravilla de la naturaleza, de lo increíble de dar vida, y no me refiero a los gatitos que misteriosamente aparecieron detrás de mi lavadora, no, lo digo porque hoy conocí a Leonardo, el bebé de mi amiga Hilda.
Es una ternurita -así como le decía mi hermana Ede a Andrea cuando estaba chiquita-, un pequeñito hermoso. Felicidades para ella y Efraín, su esposo, quien por cierto se dio a la tarea de mantenernos bien informados, a través de Facebook nos contó paso a paso todos los detalles (en lo que nombró “Bitácora del capitán”) desde la llegada al hospital, la operación y hasta las primeras imágenes de Leonardo en el quirófano, gracias a su BB (Blackberry).
Cuando fui a la cínica a ver a Hilda y a Leonardo no pude evitar recordar cómo fue mi experiencia con Santiago hace nueve años, mi amiga y yo estábamos en la misma situación, porque no es lo mismo la primera vez, que no sabes que te harán una cesárea y tienes unos dolores de la fregada para que a la hora de la hora te digan que deben operarte y ni modo, como las machas debes aguantar con tal de que tu bebé nazca.
En cambio con el segundo hijo, que ya sabes que te van a hacer la cirugía, como que estás más preparada psicológicamente para lo que viene, y sobre todo, no padeces los dolores previos, lo pesado es la recuperación, si o no Hilda… pero pasado el tiempo ya ni quien se acuerde, y no dudo que ella, como ya lo ha mencionado, hasta se aviente un tercero…yo no, paso, y la verdad ya cerramos la fábrica Joaquín y yo.
Felicidades a Jesús (cuñado de Hilda y mi ex compañero de trabajo) quien pudo entrar al quirófano y nos presentó (también vía Facebook) un emotivo recuento en imágenes blanco y negro de la llegada de Leonardo a este mundo, y a quien le robé estas fotos para presentar a mi sobrinito de cariño.