martes, 19 de abril de 2011

Cinco años ya...

Este día hace cinco años que murió mi mamá. Era una señora reservada, con voz muy suave, y su mayor muestra de cariño a sus seres queridos fue siempre con sus atenciones.

Roberto Carlos, Julio Iglesias, Los Montañeses del Álamo, el poema “Desiderata” y gran infinidad de valses me la recuerdan, sobre todo “Cuando escuches este vals”, “Sobre las olas”, “Por ti aprendí a querer” y “Alejandra”.

Pocas veces me dijo te quiero con palabras, pero si sumo los detalles, me lo dijo infinidad de ocasiones: con los vestidos nuevos cada día de mis múltiples consultas médicas entre los 10 y los 11 años —porque sabía que me sentía especial con ellos—. Cuando estuve grave a causa de una tifoidea, cuando me cuidó a Andrea para poder terminar la Universidad, sin pedirme nada a cambio, por mencionar unas cuantas.

Era lindo llegar a Obregón con mi familia y que tuviera lista alguna de mis comidas favoritas: pozole, tostadas, caldo de verduras, salpicón, tamales, cosas sencillas que me encantan, sobre todo si ella las hacía.

Cuando venía a nuestra casa tenía que pedirle que por favor se sentara, que no se preocupara por nada, y ella me contestaba que también venía a “echarme la mano” porque me veía muy ocupada con el trabajo, así era... Cuando estaba aquí, mi hogar olía diferente, lo inundaba también de sabores que mi paladar reconocía, disfrutaba y sobre todo agradecía.

De unos años a la fecha me he vuelto adicta al café, me gusta mucho saborearlo temprano, es verdad me ayuda con la somnolencia, pero cuando estoy en casa, en una mañana relajada, siento que doña Viola me acompaña, que compartimos ese momento.

En mis recuerdos es inevitable imaginarla sin su café —en la mañana y en la tarde—, de preferencia negro y colado; a veces hasta lo tostaba y lo molía ella misma, todo un arte que me tocó ver de chica, yo también llegué a darle vuelta al molino que le prestaba doña María Soto, la vecina. Cuando estaba listo lo guardaba en un botecito con tapadera y lo sacaba cada vez que se le antojaba beber una taza o cuando llegaba una visita a la casa.

Y aquí me podría estar todo el día…pero ya no escribiré, mejor la sigo recordando…como siempre, sobre todo en fechas significativas, aunque ésta no es muy feliz…

Ma, gracias por todo. Te quiero mucho, mucho.

De ti quisiera un abrazo. Por ti quisiera un abrazo.