sábado, 30 de octubre de 2010

Calabaza con piloncillo


Ayer comí calabaza con dulce de piloncillo, qué delicia. Me remontó a mi infancia y parte de mi juventud, cuando mi madre la preparaba en aquella cocina, en aquella casa, en Obregón.

La saboreé con leche fría y no sabía cuánto extrañaba ese sabor hasta que estuvo en mi boca.

Las jóvenes ganadoras del concurso de altares en la Universidad no tienen idea de lo que fue para mí el que hubieran compartido conmigo esos dos pedacitos de calabaza una noche antes. Estaban por irse, felices con su primer lugar y decidieron repartir con las últimas personas que quedaban en la plaza este alimento: Lin, Vilma y yo fuimos de las privilegiadas.

Ya habíamos charlado previamente de lo que significó ganar en la categoría de altares indígenas, dos alumnas contaron que son de la etnia mayo, del municipio de Navojoa, y que todo lo que habíamos visto esa tarde en la Plaza del Estudiante lo prepararon ellas y sus compañeros de equipo, seis en total.

Construyeron dos tapancos, uno se coloca en el patio de las casas y el otro en la iglesia; con soltura explicaron a los asistentes al concurso de altares sobre su tradición y qué significaba cada una de las cosas dispuestas en ellos: los alimentos, la cruz, la altura, los materiales, entre otros.

Felicidades y GRACIAS.