Hace poco me encontré en la televisión con una película que estaba a punto de iniciar. El resumen de la caja digital de Megacable no decía mucho, pero el título llamó mi atención: “Tomates verdes fritos”.
Y yo, que tan amante soy de la comida, me dije: hay que verla.
Apoderada de la kingsize, en fin de semana, y sin tantos pendientes, acomodé un par de almohadas debajo de mi cabeza, extendí mis piernas y me dispuse a disfrutar la función.
Tomates verdes fritos (originalmente, en inglés, Fried Green Tomatoes) es una película estadounidense de 1991, basada en la novela homónima de Fannie Flagg, y dirigida por Jon Avnet.
Me gustó porque no sólo habla de amistad, de lealtad, de recuerdos, es una historia inspiradora, y así como ayudó a una de sus protagonistas a quererse más a si misma y buscar ser más productiva, creo que también puede dejar ese mensaje positivo al espectador (o espectadora, como yo).
Idgie, una mujer que se reveló a las costumbres de su tiempo, que desde niña defendió sus convicciones, pero también demostró ser una buena persona, fue la inspiración de Evelyn, que vivió en otra época y quien la admiró al conocer su historia.
El reparto de este melodrama es encabezado por Kathy Bates (Evelyn), Jessica Tandy (Ninny), Mary Stuart Masterson (Idgie) y Mary-Louise Parker (Ruth). Leí también que el filme obtuvo nominaciones a tres Globos de oro, un Bafta y dos premios Óscar.
Se las recomiendo.