Creo en el poder de la palabra: Ignacio Solares
“Por suerte, las historias me llegan; si no me llegan, no
puedo escribir, es algo que se da o no se
da. Es como
un flechazo, como
una invasión, y
por donde van
a pasar los
hechos pasan antes las palabras. Yo sí creo en el poder de la palabra, y
que de repente lo posee a uno”, señala Ignacio Solares.
El escritor originario
de Chihuahua destaca
que no ha perdido su capacidad de asombro, que no
tiene límites, y que a la fecha
lo sigue asombrando
todo; como persona
menciona que ésta
es su principal
característica por sobre cualquier otra.
Resalta que también lo asombra el haber sido escritor, que
le hayan publicado una línea y haber trabajado con quien trabajó: Octavio Paz,
Vicente Leñero, Julio Scherer, Juan
Ramón de la
Fuente, quienes en
algún momento fueron sus jefes y compañeros.
“Me sorprende todo,
la vida. A
veces pienso que si
pierde uno la
capacidad de asombro,
lo que pierde
es la vida, sobre todo porque lo
que le da sentido a la vida le da
sentido a la
muerte; entonces, para
que la muerte
tenga sentido, tienes que encontrar el sentido de la vida y después,
solito, llega el sentido de la muerte.
“Por desgracia, o
por suerte, padezco
un insomnio del que
ya me he curado un poco, pero siempre me despierto al amanecer --aunque aclara
que luego vuelve a dormir--, y tengo la costumbre, desde que vivía en
Chihuahua, de ver los amaneceres. Y en Chihuahua, uf, los amaneceres no se
comparan, por ello,
cada vez que
puedo y resisto, vuelvo a ver un amanecer o un
atardecer”, afirma.
Ignacio Solares fue
el invitado especial
del Encuentro Hispanoamericano de Escritores "Horas de
Junio" 2015, en el que se le hizo entrega de un reconocimiento por parte de
las autoridades universitarias y los organizadores del evento.
Considera un honor
este homenaje y,
en especial, por ser en el norte del país, porque él es
del norte. Y aunque hace alrededor de 30 o 40 años que no visitaba Hermosillo,
es para él una gran satisfacción que sus casi paisanos, como los
menciona, se fijen
en su persona
y su trabajo; indica que
una de las
ventajas de estar
aquí es conocer más
sobre la literatura
sonorense, a la
que piensa “clavarle el diente”.
El escritor ha
sido galardonado con
el Premio Diana Novedades (1989),
Premio Fuentes Mares
(1996), Premio Xavier Villaurrutia (1999), Premio Mazatlán
de Literatura (2004). Ha sido
becario de la
Fundación Guggenheim y también
recibió el Premio Fernando Benítez 2008 por su trayectoria en el Periodismo
Cultural, y el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2010, en el campo de la
Lingüística y Literatura.
Él: Periodista
Solares, de 70 años, ha publicado varios libros y ha incursionado en
su escritura en
temas sobre el
psicoanálisis, psicología e
historia; ha hecho
investigación y también escribe dramaturgia
y cuentos, por
mencionar algunos géneros, pero al preguntarle, asegura que él
se siente más periodista que cualquier otra cosa.
Comparte que inició como periodista y nunca ha dejado de considerarse
como tal. Menciona
que todavía le
dan tentación los
reportajes, las entrevistas,
y ahora como realizador de la revista de la UNAM
escribe una columna que se llama
“Modo de ser”,
que según sus
palabras, quiere ser periodística
de alguna manera.
Tiene un libro de entrevistas, y en su carrera le ha tocado
platicar con distintas personalidades, entre ellas algunos escritores
como Jorge Luis
Borges, Octavio Paz, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa,
Alejo Carpentier, Carlos Fuentes y Erich Fromm.
“Yo tuve la suerte de empezar a trabajar en periodismo para
sobrevivir, para no morirme de hambre,
pero luego se
volvió una pasión,
y aunque entré
a estudiar Letras,
siempre seguí trabajando
en periodismo, y
yo diría que
mi escritura, por ejemplo
la de los libros “Madero, el otro” o “El jefe máximo”, es muy periodística en
el sentido de la investigación; incluso, mi lenguaje está muy contaminado por
esa claridad que se necesita en el periodismo; no puedo ser un escritor
barroco, por mi raíz periodística, creo”, apunta.
Ignacio Solares opina que esto le da cierta objetividad,
cierta claridad y un interés particular por lo exterior, porque no quiere vivir
en su mundo, en su torre de marfil porque
eso le aburre,
y cree que
por eso le
gusta el teatro,
porque es de
alguna manera el salir de sí
mismo, estar con compañeros, gente que se disfraza de otros personajes.
“Me gusta salir
al mundo, creo
en la convivencia,
creo en mi
prójimo, en mi próximo; me gusta mucho, no la vida
social, pero sí la vida en que puede uno profundizar en el alma de un ser
aparentemente desconocido”, resalta.
A pregunta directa de si le gusta más escribir sobre la
verdad o el imaginario dice enfático: “Ahí está la mezcla”, porque cree que la
ventaja del novelista es que puede llenar con la imaginación los huecos que
deja la historia. “Ahí, donde la historia ya no puede ir más lejos, interviene
la imaginación del novelista”, dice el autor de “La noche de Ángeles” y “El
gran elector”.
El precio de la escritura
Entre los cargos que ha desempeñado Solares como funcionario
en la máxima casa de estudios del país, están el de director de Teatro, de
Danza y de Literatura, coordinador de Difusión Cultural y, actualmente,
director de la revista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM);
además, realiza un programa en TV UNAM.
“Aparte de mi trabajo, soy escritor y padre de familia. Mi
esposa me dice: puedes ser buen escritor y buen padre de familia, buen escritor
y buen funcionario público o buen funcionario
y buen padre de
familia, pero no
puedes con las
tres cosas, porque
algo sacrificas, y
lo que siempre
sacrifico es la familia. Por ejemplo, los fines de semana, para
escribir”, revela al
hablar del precio de la escritura.
Algunos de sus libros son “La instrucción y otros cuentos”,
“Imagen de Julio
Cortázar”, “Cartas a un joven sin Dios”, “Ficciones de la revolución
mexicana”, “Palabras reencontradas”,
“Presencia de lo
invisible”, “El” y
“Un sueño de Bernardo Reyes”, de
reciente publicación. En este
momento incursiona en
los cuentos cortos y aforismos,
algo que no había hecho y considera que son géneros muy apasionantes.
Y aunque ha
comentado que no
reconoce más pa que
la infancia, siente
que “al menos ya
alcancé cierto grado
de libertad. Ahora
escribiré lo que
se me antoje,
haré lo que
se me antoje,
que en realidad
es lo que he
hecho siempre”, dice,
y suelta una
carcajada que inunda
la Sala de
Exposiciones del Centro de las Artes.
“Ama la literatura, por sobre todas las cosas”
A diferencia de algunos escritores, que dicen que no,
Solares reconoce que sí hay un libro que
a él lo
marcó: “Delirium Tremens”,
porque señala que está hecho con el dolor de su prójimo. “Es un libro
que me es muy entrañable, y este año va a salir una edición especial por los
40 años que
se cumplen de
haberlo escrito. . . y ahí sigue”.
En “Delirium Tremens”,
el autor reúne
110 testimonios de alcohólicos recluidos en sanatorios psiquiátricos que
sufren de alucinaciones, es una reflexión que sumerge al lector en el mundo
del alcohólico. Esta
publicación se utiliza como parte de las terapias de
rehabilitación en reuniones
de Alcohólicos Anónimos.
El chihuahuense estudió
las licenciaturas en
Letras Españolas y
en Psicología, y también escribió
el libro “La
joven psicóloga”, que
dedicó a su
hija, pero admite
que ella siempre no
estudió esa carrera:
“Me traicionó, se
volvió química en
alimentos. Fue una traición, yo casi la corro de la casa; no
se vale, tanto trabajo”, dice riendo en referencia a este material.
Casi al finalizar
la charla con
el escritor, que
dio muestra de
humildad y amabilidad,
preguntamos que si cuál es el mensaje principal que da a los
universitarios interesados en las
letras o a
los nóveles escritores,
y responde: “Yo
les diría: ama la literatura
por sobre todas las cosas y haz
lo que quieras”, y ríe al parafrasear
a San Agustín,
que decía: “Ama y haz lo que
quieras”.
Indica que no hay nada más divertido que, ya que llega el
tema, que lo invade el tema, escribir; y no hay nada más insoportable que escribir
a fuerzas. “La diferencia entre una gente normal que escribe una carta, o lo
que sea, y un escritor, es que al escritor le cuesta más trabajo. Imagínate la
autocrítica”, admite.
¿Lo ha sufrido?,
surgió la pregunta
de manera casi
inercial, y casi
inercial fue la respuesta:
Ufff.